viernes, 29 de abril de 2011

Las Voces de Maroñas



Entrevistas a dos relatores y un comentarista del Hipódromo de Maroñas para la materia Audio I.
En el audio aparecen: Victor Cusati, Antonio Castro y Sergio Silva (comentarista en Radio Cristal).
Agradecimientos: Alfredo Acuña (Jefe de Comunicación & Prensa) y a toda la gente de Maroñas por su buena predisposición.

miércoles, 27 de abril de 2011

Puestos sin caducidad

Sin despeinarse

¿Hasta cuándo se puede aguantar a una persona pública que ejerce mal sus funciones? Si contextualizamos la respuesta en el marco de este gobierno frenteamplista y si dicha persona es oficialista, diremos que podría mantenerse en el puesto hasta que las velas ardan.

Luis Mendoza Novo asumió como coordinador ejecutivo de la Policía de Montevideo hacia fines de 2008. En un principio pareció desempeñar sus funciones sin mayores dificultades. A lo último, era injustificable su presencia al mando de la Policía al menos que estuviese acomodado.

La gota que rebasó el vaso. El martes 12 de abril Peñarol enfrentó a Independiente en el Estadio Centenario. Quien concurrió pudo advertir, desde el principio, la extraña ubicación que  otorgaron a los mil hinchas del Rojo de Avellaneda: un rincón en la Platea América a un lado de la Tribuna Colombes. La cuestión no termina allí: la tribuna de la pantalla gigante estaba ocupada por la parcialidad aurinegra, sin ninguna valla de contención que la dividiese con la parcialidad lindera. A esto se le suma que en la Tribuna América, ubicada por encima de la Platea América, había padres con sus hijos que venían ver la bandera más grande del Mundo.

¿Cómo era posible que los barras argentinos estuviesen allí ubicados? Negligencia del ya conocido inspector Mendoza. El día anterior a estos altercados había hablado sobre el gran y exitoso operativo policial. ¿Dónde oculta su bola de cristal? ¿Será que la tiene dentro de su inutilizable chaleco antibalas? Horas después del clásico rioplatense, justificó la actuación policial, se sumaba a su historial. La pregunta que surgió fue: ¿de qué accionar habla si cuando comenzaron a bajar hinchas aurinegros, desde la Ámsterdam hasta la platea América, no había ni un solo policía? Si cuando el hincha del Rojo robó la bandera no había ni un seguridad para detenerlo. Si se cagaron a piedrazos… Los únicos que supieron detener la bataola fueron un par de hinchas de ambos equipos que llamaron a la calma.

Año atrás, el coordinador ejecutivo de la Policía de Montevideo había cobrado trascendencia por avalar una decisión del Club Nacional de Fútbol de dividir, para el partido clásico, la Tribuna Olímpica. En un principio, esta sólo correspondería a los parciales bolsos, pero como los hinchas de Peñarol concurrirían a esa zona, la Policía decidió dividirla y otorgarle un cuarto de grada a la hinchada aurinegra. El resultado: tres cuartos de tribuna tupidos de personas y el resto con apenas unas 100 personas. Para colmo, se dieron disturbios a las afueras del estadio.

No era la primera vez que la Policía actuaba ineficazmente. El próximo jefe de Policía debe saber de fútbol. Pero aun así nadie puede garantizar que no se repitan hechos como los que se dieron en Peñarol-Cerro. Ese día, con un efectivo policial alcanzaba para detener a los alborotados auriengros que querían ingresar en la cancha. Fue, otra vez, un externo a la seguridad quien los detuvo: en este caso, los jugadores de Peñarol. La cámara pudo más que él y Mendoza volvió a aparecer hablando de su exitoso operativo policial. A partir del viernes será sub jefe de la Policía de Canelones, un lugar donde hay menos cámaras, un lugar donde se podrán ver menos sus contradicciones. 

Un mal sueño hecho realidad

Sin despeinarse

Un sueño soñaba anoche, soñito del alma mía… Las novias, la rebeldía, la joda y El Romancero. ¿Quién no lo recuerda? Marcó la etapa liceal en todo adolescente uruguayo. Mínimo, te obligaban a memorizarte dos poemas de un libro cuyo autor es un tal Anónimo.

4º de Liceo. Una etapa de mierda. Las cosas que requieren que se tenga que pensar dos veces, se realizan por impulso. En las situaciones que no requieren mayores dificultades, el chico púber tarda años en tomar la decisión. Está en la edad de la bobera, dicen las viejas. Está creciendo, dice las madres. Me siento igual que ayer y no creo que me sienta mucho más diferente  mañana, decía yo entonces.

Clase de Literatura. La profesora tenía el prototipo de profesora de Letras, cabello no muy largo y con rulos, lentes, maquillada y perfumada a lo anciana y letra manuscrita en el pizarrón. Hoy no me arriesgaría a apostar que estuviese viva. Mi hermana, que ya la había sufrido, decía que era una crack: ella era la traga de la clase.
Agosto, mes de mucho frío. Mis neuronas no querían hacer sinapsis. Todos nos aprendimos, por lo menos, uno de los dos poemas del Romancero que había para esa semana. Yo me aprendí el Romance del enamorado y la Muerte. Ergo, me preguntaron el otro. Los días anteriores habíamos trabajado otro romance, en donde la relación de pareja y el sexo eran el fundamento del poema. Pero para esa semana correspondía el que gloriosamente me había memorizado y otro cuyo nombre bloqueó, con inteligencia, mi cerebro. ¿Para qué recordar algo que me dejó mal parado frente a todos mis compañeros?

El oral había comenzado. Me sudaban hasta las partes que no son visibles a los otros. Venía bien, la profesora asentía con cada palabra que salía de mí y de mi guitarra. Un momento puntual en el poema me llevó más tiempo que las otros. En la situación aparecen una pareja y la palabra ropa. El hámster corría de manera acelerada en mi cabecita. Ta lo digo: “Acá está hablando de la pareja y de las relaciones sexuales que mantenían”. Un silencio sepulcral colmó el salón por algunos segundos. Al instante, una risa se vislumbra en la boca de la profesora: ese fue el consentimiento para que el resto de la clase comenzará a morirse de risa. Mis amigos aún lo recuerdan y es un tema tabú entre nosotros. Mi cara se puso roja como un tomate. El sudor que empezó a caer como catarata sobre mi frente se plasmó en la mente de mis  amigos.

Hoy, siete años después de la tragedia, pienso siete veces las cosas antes de decirlas. A la sexta que la razono, el segundo más burro de la clase lo dice. Entonces, hay veces que ni me preocupo en pensar. Si es algo estudiado de un texto, lo digo. Si implica alguna comprensión personal, me callo; no vaya a ser que se encuentre una vieja de Literatura dando la clase. 

miércoles, 13 de abril de 2011

Gracias a la IM, no descansan en paz

Sin despeinarse

El domingo 10 de abril concurrí a un entierro en el Cementerio del Buceo. La empresa fúnebre que se encargó del sepelio fue Abate, por lo que el camino entre la casa velatoria y el cementerio fue corto.

Ingresamos por un lateral. Una radio mono sonaba, a todo volumen y con una cumbia vieja en la garita del cuidador. Los mausoleos o nichos convierten el lugar en aterrador. Supuestamente es el cementerio uruguayo más rico en arquitectura.

Dio asco cuando, a medida que avanzábamos, el hedor impregnaba nuestro olfato. Las moscas pegaban en mi cara a medida que me acercaba a los nichos. Los caminos que los cruzan son intransitables. El olor fuerte, desagradable y repulsivo hizo que no me pudiera concentrar en la ceremonia como hubiese querido.

La Intendencia de Montevideo no controla la higiene de los cementerios. Hace dos años acudí a este cementerio y el hedor era el mismo. Nada ha cambiado. Hay cada vez más cuerpos: cada vez más olor a muerte.



¿Cuán tranquila puede estar una familia oliendo la putrefacción de otros? Y los que no son familiares cercanos que tienen la mente, en ese momento, más ávida ¿cómo pueden soportar tal tufo?

Los caminos estrechos y la fila de edificios de cuatro pisos de nichos convierten aquello en catacumbas al aire libre. Flores marchitas y pequeñas moscas colman ese ambiente siniestro. Lo más deplorable es que las autoridades del cementerio no puedan decir basta ante la constante llegada de cadáveres.

Es hora de que los familiares puedan despedir más dignamente a sus familiares y que los muertos descansen en paz. ¿Hay algo que funcione bien dentro de la Intendencia? Sí, el acomodo.

La culpa es del gordo

Sin despeinarse


Un boletero de la prestigiosa empresa que maneja el Estadio Centenario, CAFO (Comisión Administradora en Favor de los Oligarcas) aseguró haber visto a El gordo de la Colombes entrar a la Amsterdam. “Si fue por la puerta ocho, me di cuenta porque venía oliendo el olor a porro típico y de repente me invadió un tufito a grasa que se incrementó a medida que la fila avanzaba hacia mí”.

El domingo pasado el programa Punto Penal consiguió su mayor logro periodístico. Su micrófono dio voz al protagonista de la semana. El gordo de la Colombes se hizo famoso por representar el prototipo de hincha de Peñarol. En 40 segundos, en un esfuerzo intelectual y sin parar de hablar, metió asombrosamente tres palabras distintas: “Colombé”, “Peñarol” y “entradas”.

Mario es boletero hace 25 años y dice que El gordo de la Colombes puede ser tomado como un embajador del hincha aurinegro. “Tiene una cara redonda fruto de tantos fritos saturados. Un cutis manchado consecuencia de una dura derrota contra el acné en su época de púber. Un pelo exquisito para usarlo como grasa de torta fritas para todos los hinchas de la Colombes. Sí, es El gordo de la Colombes”.




En la entrevista al programa de Canal 10, en el marco del partido Danubio - Peñarol, el gordo exigía que se diera la tribuna Colombes a toda la gente que estaba fuera. Recordemos que esa tribuna fue otorgada al local, Danubio. Pero la localía era para Peñarol, que no fue a la tribuna que quiere el gordo por decisión del Ministerio. A lo que se le suma que cambiaron los vestuarios por cábala… en resumen: ¿qué más se puede esperar del fútbol uruguayo?

“Lo sentía venir sin verlo. Llegó a mí. El olor a grasa se combinó con el olor a culo que estaba impregnado en su ropa de Estadio. Estaba tal cual como apareció el video. Él hablaba con otro hincha de Peñarol (otro gordo de la Colombes) cuando, sin razones, empezó a mover sus regordetes brazos. Los agitaba como nadar pecho, pero con brazos cortitos y sin poder estirarlos. La gente le sacaba fotos. Al respirar sonaba como si hubiesen prendido una aspiradora de las que vendía Cacho en la década de los 90”, explicaba Mario.
Los gordos de la Colombes sólo pueden apreciarse en la hinchada de Peñarol. Celebridades y autoridades, en la de Nacional. En la de Danubio, negros y con rastas. Ex ministros, en la de Defensor. En la de Cerro están los pobres pero orgullosos de su barrio. Y en la de Rampla los que se quieren mudar de barrio. El último prototipo de hincha es aquel que suele preferir tomar mate en el mugroso Rosedal del Prado antes que ir a la cancha los domingos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Era hora

Sin despeinarse


Se nos fue, por fin. Ya era hora. De los 38 años que estuvo Cacho Bochinche al aire, los últimos 15 pueden obviarse. Marcó un hito en la historia de la televisión uruguaya por ser uno de los primeros programas dedicados exclusivamente a los niños. ¿Cómo sobrevivió tanto tiempo?
                                                
Miles de uruguayos han pasado por esas tribunas que, año a año, se reducían al tener menos convocatoria. Yo fui y no me arrepiento, pero me pregunto si llevaría a mis hijos allí. Cacho de la Cruz, el histórico conductor de 72 años, mantuvo el programa desde 1972. La misma tónica, los mismos chistes e incluso los mismos muñecos de hule con parches se mantenían desde antaño.

Poca competitividad. Pocas propuestas infantiles han surgido de las mentes de los brillantes directores de los canales de aire. Cacho Bochinche tuvo poca competencia. Hace pocos años se emitió por Canal 10 Loco de Vos, una propuesta renovada con dos conductores jóvenes y dinámicos (Coco Echagüe y Paola Bianco). Diferencias entre el canal y la producción hizo que este programa pasara a emitirse por VTV. Fue ahí cuando comenzó la debacle del “canal uruguayo” hasta llegar a tener un segmento donde imitaban a Tinelli con sus novias. Después nada más.

Desinterés y descuido. Horrores ortográficos en los zócalos era lo más común. El último año de Cacho Bochinche se emitió grabado, y para no desentonar la mala edición apuñaló al televidente. Imagínense: Laura Martínez hace un PNT (publicidad no tradicional, chivo), de repente, corte y aparece con niños. Nunca mejor dicho: la magia de la televisión, pero en este caso barata.

¿Un programa educativo? Chistes de Cacho sobre el alcohol y las drogas. Fomento de la vieja rivalidad nenas contra nenes. Palabras subidas de nivel. Tal vez la vejez de Cacho hacía que, de repente, gritase “¡dale gordito, aflójale a las empanadas!”. Terminó el juego, triunfaron “sorprendentemente” las nenas, ¿qué tienen de premio?, una licuadora Ufesa de Vía Confort.

El payaso apenado. La imagen de Pelusita año a año más triste de Pelusita era proporcional a la decadencia del programa. Víctor, el de las marionetas, no estaba mucho más lejos. Sus manualidades con basura llegaban a la repulsión. Taraleti, un pseudo payaso cuyos chistes siguen sin triunfar en el Carnaval, se ganó el pan del día con este programa.

No estaría mal que alguna productora se le cayese la idea de presentar, en un canal de aire, un programa televisivo con formato infantil. Igual, si duró 38 años Cacho Bochinche, cualquiera pude presentar un programa un poco mejor.