lunes, 26 de diciembre de 2011

Arquitectos del humor


Ensayo de Juan Ignacio Tejedor

“El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”, así es como introducía Friedrich Nietzsche al humor dentro de la vida cotidiana. Recurrir a la broma es moneda frecuente hoy en los medios. El Stand Up es una moda en el Uruguay. Jóvenes con mucha autoestima se suben a un escenario, sin escenografía, para decir un monólogo que se puede extender entre cuarenta minutos y una hora. Otra tendencia que se ha impuesto es la de los bloggers, allí cada internauta expresa lo que quiere. Dicho medio sirvió de difusión a un montón de escritores ocultos. Hoy, no podemos dejar de lado Twitter, el harén no solo de los periodistas sino también de los que hacen chascarrillos (chistes cortos) de manera permanente.

Uruguay ha sido un ejemplo en materia humorística. En televisión: Decalegrón, Telecataplum e Hiperhumor. Eso fue en la década de 1990. La chispa permaneció y se expandió hacia otros ámbitos y nuevos medios. Leo Maslíah es un ejemplo que combina música con humor. Pablo Aguirrezábal, Gonzalo Camarota, Ignacio Alcuri y Rafael Cotelo conjugan, en el marco laboral, guion con actuación. Es común ver a estos últimos cuatro en alguna obra de Stand Up. El tío Aldo (Pablo Fabregat) también integra esta categoría, pero sus presentaciones son individuales. Martín Otheguy (Reporte Descomunal), Diego Bello y Carlos Tanco hacen las bromas teniendo como pilar el guion.

Martín Otegui y Darwin Desbocatti (Carlos Tanco) tienen como referentes a varios de los anteriores mencionados. A los nacionales se les suman potencias del humor como Groucho Marx, Larry David y Jerry Seinfeld. En la región ambos distinguen a Peter Capusotto, pero su carga moralizante los aburre. Coinciden que Fontanarrosa es una garantía de la risa. Sin embargo, mientras Otegui idolatra a Alfredo Casero, Tanco no lo entiende.


Uno empieza, el otro se consolida

Martín Otegui entra en la categoría de bloguero. Invitado en Montevideo Portal, comenzó a escribir en este medio a fines de 2010. Sus columnas las sube esporádicamente: pueden pasar 10 ó 15 días para que actualice su blog. Trabaja para Oz Media y fue uno de los guionistas del programa que se emitió por Saeta, Prueba que me amas. El vínculo estrecho con la televisión y el rol que ejerció en la productora se ven reflejados en sus columnas: en “Derechos tenemos todos” se aprecia un debate entre personajes bizarros de la televisión uruguaya sobre los derechos del fútbol y el rol de Tenfield. En “Decilo Fabián, decilo” toma diferentes protagonistas del medio local y hace que Fabián O´Neill responda si éstos son homosexuales o no.

Carlos Tanco se destaca como guionista. Trabajó cuatro años para la murga Agarrate Catalina, de la que resalta el aprendizaje que obtuvo con Yamandú y Tabaré Cardozo. Fue el libretista de De pie: monólogos de humor (Stand Up a cargo de Camarota, Alcuri, Cotelo y Aguirrezábal). También pasó, sin destacarse, por la televisión en La Culpa es Nuestra, donde tenía una columna de humor. Como Carlos Tanco no hay nada más para recalcar, el resto es Darwin Desbocatti.

Desbocatti nació en agosto de 2000 y su mentor no sabe cuándo va a morir. Tanco define al personaje como desdibujado, ya que no tiene límites. Es un hombre de 60 años que le gustan cosas que no le corresponden para su edad: Pearl Jam y South Park.

Yo lo he desdibujado a propósito. La ausencia de lógica interna alarga su vida. Darwin está pésimamente construido. Cuando uno hace a un personaje hay cosas que éste no puede decir, que no puede abordar porque tiene límites marcados por su lógica interna. Cuando vos destrozás esto, el protagonista puede hacer cualquier cosa. No tiene forma ni sentido.
Carlos Tanco

Anti-tercermundistas

Ambos son polémicos. Se meten con la idiosincrasia uruguaya. En “Llamadas perdidas”, Otegui critica el contexto en el cual se desarrollan Las Llamadas. El choque está en que es una fiesta popular y “bien uruguaya”. Por esta razón, hay gente que piensa que no se puede criticar, basta con ir a los comentarios de esta columna para observar esa apreciación. Pero lo que se ve en el blog no siempre coincide con la realidad. Al autor le encanta el Carnaval.

Nunca pienso qué puede ser provocativo y qué no. Yo juego mucho con el ir y venir. Jamás me la juego por una postura aunque vaya en contra de lo que piense. Me entretiene hacer eso. Si yo estoy a favor del Carnaval, me divierte escribir una columna criticando a esta fiesta. Reprocho lo que yo mismo pienso. Me gusta el juego de ver el efecto que tiene en la gente.
Martín Otegui

Las repercusiones no tardan en llegar. Los comentarios aparecen a los minutos. Otegui señala que cuando desde Montevideo Comm le preguntaron qué quería hacer, si dejar el blog abierto a comentarios y moderarlos o cerrarlos, él optó por la primera. La razón fue que “dan otro toque” a la columna.


Mientras Otegui especula con el entorno carnavalero, Desbocatti va más allá y se mete con Artigas y la emancipación oriental en 1811. En su columna de Búsqueda del 13 de octubre de 2011 señala que los festejos por el Bicentenario uruguayo son una farsa. La razón que expone es simple: todos los países latinoamericanos lo estaban festejando.

Además de lo pacato, está lo políticamente correcto que es una especie de ente que lo vigila todo a ver que hay detrás de tus chistes: "Ah…  no pero lo que estás haciendo con esos chistes es discriminar a los bolivianos, ya que vos dijiste que los bolivianos no podían tener Iemanjá porque no tenían mar. ¿Vos no sabes que ese pueblo sufrió mucho?”.
Carlos Tanco

Recursos: el humor entre la ironía y lo absurdo

“Es jugar a otro mundo que nos divierte más”, así define Diego Capusotto el humor. La cuestión es cómo incorporarse a ese “mundo”. A partir de allí cada humorista se identifica y diferencia a través de diferentes recursos.

Otegui utiliza un lenguaje sencillo. Sus temas no son perecederos pero parte de contenidos que están en la agenda setting. De allí saca una punta que provoca que los temas no acaben con el tiempo. En “K.O a los ídolos”,  el columnista toma un tema que está en los medios y en las redes sociales (la polémica pelea entre Chris Namús y Loli Muñoz) para hablar sobre el hobbie que tienen los uruguayos de estar, de manera permanente, atacando a sus ídolos por el simple hecho de haber nacido en el país rioplatense.

El recurso más utilizado, por el bloguero de Montevideo Comm, es el de las enumeraciones.  Hace una lista de objetos o personas y remata con algo que no tiene nada que ver con lo anterior. En “Decilo, Fabián, decilo” se pueden apreciar varias de ellas: “… el Negro Chengue, el Negro Méndez, el Negro Ojota, el Negro Rada, el Negro Ortuño y el Negroponte, pero era un caballero, era”. Suele incorporar personajes bizarros argentinos (Guido y Tomasito Süller en “Soy Celeste. Cid”), uruguayos e incluso mundiales (Susan Boyle en “Twist and shout”): “El mate, la rambla, el asado. El campito, los amigos, Obdulio, las vaquitas. El candombe, la murga, las túnicas blancas. Benedetti, Milton Wynants, Abel Duarte”, en “Soy Celeste. Cid”.


Utiliza metáforas y sutilezas. En “Derechos tenemos todos”, Luis Eduardo González les pide a los protagonistas que hablen de a uno para “leerle los labios a todos”. González es sordo. Otegui es un periodista de archivo que está al tanto de todo lo que dicen y hacen los mediáticos uruguayos y los saca de contexto según su conveniencia. A este último punto se le suma que juega con las características personales de cada uno de ellos. En Decilo, Fabián, decilo incorpora al travesti uruguayo más famoso: “¡Qué va a ser gay el Abigail, si es de los nuestro, e! (…) Alguna de las noches le daba pereza y había que darle un poco de manija para que saliera con nosotros”.

En todas sus columnas hay un toque de ironía que, por momentos, llega al sarcasmo. En “Decilo, Fabián, decilo” hace referencia a Carlos Aguilera y sus problemas con las adicciones: “A veces el Pato Aguilera tomaba otra cosa, pero no me acuerdo qué”. Si bien no lo logra en todas, tiene varias columnas donde alcanza lo absurdo. En “Delivery stalinista” y “Derechos tenemos todos”, lo logra. En el primero, con una política de recolección de datos personales llevada al extremo por parte de los delíverys. En el segundo, en un debate ilógico entre personajes que jamás se van a ver las caras en un discusión.

Carlos Tanco recurre a los temas de actualidad. Mira televisión entre ocho y 11 horas. Nunca se pierde el noticiero ya que muchas veces es de los informativos donde surgen los temas para la columna siguiente. Trata de crear un personaje popular que hace mucho hincapié en los temas cotidianos. Reconoce que la política le abre el juego hacia lo inexpresivo y siempre la maneja porque es “de lo que más sabe”. Nunca sale de las declaraciones que aparecen en las dos o tres noticias que están en la  tapa de los diarios.

Detrás de cada columna de Darwin se puede ver algo de desgracia. Él cita a Woody Allen en Delitos y faltas (1969) cuando dice que “comedia es tragedia más tiempo”. El tiempo anestesia la sensibilidad del momento.

Hoy hablar de las Torres Gemelas no tiene nada que ver con hablar de las mismas a días de haber pasado. En ese momento no se podían hacer chistes sobre el atentado, ahora realizamos cualquier broma sobre ellas. Es porque pasó un tiempo que los separó, a veces ese alejamiento es en distancia. Yo puedo hacer un chiste del Tsumani en Japón. Pero no a los dos días del hecho porque está toda la sensibilidad a flor de piel. Igual todo eso es falso, se genera a partir del bombardeo mediático.
Carlos Tanco

A pesar de definirse popular, el columnista de Búsqueda suele utilizar un lenguaje más complejo que Otegui. Con más adjetivos y un léxico que demanda cierto conocimiento mínimo de cultura general: habla de política internacional y regional, historia, sindicatos y jubilados. A pesar de abarcar muchos temas de agenda, tiene excepciones (cuando habla del Twitter en la columna del 16 setiembre de 2010, de la aspiradora el 8 de setiembre de 2011, del fútbol 5 el 24 de junio de 2010 y la de las gotitas para los ojos el 10 de junio de 2011). En dichas columnas recurre a elementos masivos.

Tanco admite que no ejerce la profesión con su nombre. Ahora, él es Darwin Desbocatti. Lo utiliza más que como una firma, como una marca. Escribió un exitoso libro “Yo, Darwin” ironizando con el título “Yo, Paco”, de Mario Bardanca, que trata sobre toda la mafia del fútbol uruguayo. Pero en dicha obra jamás se menciona a Carlos Tanco. 

Hay un montón de temas y chistes que yo hago desde el personaje que pueden resultar tolerables y graciosos. Los llego a hacer como Carlos Tanco y me degüellan. Darwin funciona como escudo. Diluye lo espeso que pueden resultar muchas expresiones y chistes. No es lo mismo que lo haga un tipo cualquiera a que lo haga un  personaje. Es una trampa. Me permite ir a un lugar que como Tanco no podría. Yo no puedo gritar: "¡Castillo renunciá!", porque soy un desubicado si lo hago. Pero Darwin sí puede manifestarlo. Igual hay gente que se molesta mucho, toda la gente de Tenfield me odia y me detesta. No me fastidia.

Carlos Tanco

El mismo Desbocatti aclara, todo el tiempo, que sus columnas forman parte de un chiste. En la radio quien se encarga de hacer esta labor es el conductor de No toquen nada, Joel Rosenberg.

Darwin se basa mucho en los estereotipos. A esto se le suma el uso de la generalización. La columna que toca el tema de la baja de la edad de imputabilidad y las declaraciones de los representantes políticos, Haciendo boca del 1 de setiembre de 2011, es un fiel ejemplo de esto: “… ha dejado en evidencia el nivel intelectual que tenemos los uruguayos, mucho más que los exámenes PISA y todos esos inventos del Imperio para decirnos que somos unos burros (cosa que es cierta pero no precisamos que nos la cuente nadie)”. En esta última cita se observa el uso del paréntesis para sacar una conclusión (irónica) sobre lo anterior mencionado. Es un recurso que utilizan tanto Otegui como Tanco.

Hay más absurdo en Haciendo Boca que en las columnas de Super Show Room. Desbocatti implanta situaciones y personajes que solo tienen sentido en su universo. Utiliza la ironía y el sarcasmo como herramientas complementarias pero nunca llegan a resultar cansadoras. Es así como puede crear un mundo donde su mujer es responsable de romper la aspiradora  (Haciendo boca, 8 de setiembre de 2011), un Mundial es la causa de sacar lo peor de los seres humanos (Haciendo boca, 24 de junio de 2010), la inutilidad de los secuestros express en el Uruguay (Haciendo Boca, 3 de noviembre de 2011) o la conspiración de los semáforos uruguayos (Haciendo Boca, 9 de setiembre de 2011).

Trato de ir hacia lo absurdo porque es lo que más me gusta pero es difícil. La ironía y el sarcasmo es lo más fácil de todo. No necesitás decir nada, tenés una declaración y dejás un silencio y eso alcanza. El absurdo es un huevo. Corrés el riesgo que no sea nada gracioso. La ironía es decir "qué lúcido está Arana, uno lo ve...", es fácil pero a veces no es efectivo.
Carlos Tanco

Estructura: los arquitectos del humor

Ambos humoristas relacionan la estructura de sus columnas con la arquitectura. Otegui comienza por plantear el tema en el primer párrafo. Lo desmenuza en los siguientes. En el final le termina por dar el golpe de nocaut con un chiste o remate gracioso (como el chascarrillo de Nacho Cliche en “Decilo, Fabián, Decilo”).

La ventaja que tiene Otegui sobre Tanco es que puede jugar con la estructura y el título. “De Mascherano y De Menotti” y “Razones para creer (o reventar)” son dos claros ejemplos del último punto. Las columnas de Búsqueda se tienen que restringir a llenar un espacio preestablecido y no tienen título salvo el de la propia columna: Haciendo Boca. 

Hay mucho de arquitectura en la columna. Me encanta tirar y tirar porque llega un momento que tenés que ordenar y ver dónde podés poner cada cosa.
Martín Otegui

En las columnas de Darwin muchas veces se observan temas que ya trató en la radio. Él explica que le cuesta mucho disociar los contenidos. Super Show Room garantiza más risas que Haciendo boca dado que la primera utiliza más chascarrillos mientras que la segunda se sujeta a un mundo absurdo.

Tanco indica que le resulta muy difícil hacer humor en el papel. La noticia la suele tocar en el primer párrafo. En el medio, o a comienzo del segundo, aparecen sus teorías y juego. El método que utiliza es basar la columna en dos o tres “intenciones humorísticas”. En la que se trata sobre la baja de la edad de imputabilidad, toma tres declaraciones específicas de los involucrados y las desarma en orden cronológico. Primero Pedro que hizo salir a Tabaré, este dice algo peor que el primero y aparece Díaz que enchastra más la cancha con lo que declara. En este caso son los testimonios quienes arman la estructura.

También tiene columnas no perecederas como la de la aspiradora (Haciendo boca, 8 de setiembre de 2011). El columnista de Búsqueda suele tomar objetos que son accesibles a cualquier ciudadano. Se basa en dos o tres vigas. Una es el hecho en sí y después dos o tres supersticiones relacionadas con la aspiradora.

El humor sobre las cosas cotidianas tiene que ver con que el lector se identifique con un hecho o con el desguazamiento de las supersticiones típicas que tenemos. Todo el tiempo hay gente que la acusamos de romper cosas. De inmediato, buscamos al culpable. Ahí lo que hago es afincarme en dos o tres lugares comunes y trato de desarmarlo de tal forma que queden expuestos en su esqueleto y ver cómo es que razonamos a partir de un evento pelotudo.
Carlos Tanco



El humor y sus límites

Los límites se los imponen ellos. Después tienen que atenerse a sus superiores. En el caso de Martín no se observan columnas de política o religión. Dice que no le interesa porque no le encuentra la gracia.  Tampoco recurre a temas como la pobreza extrema o el hambre porque tiene un “código personal”, pero admite que, de vez en cuando, algún chiste de bolivianos se le escapa. Un límite impuesto desde el corporativismo de las empresas son los auspiciantes. Otegui realizó una columna entera sobre el aviso de Schneck (cliente de Montevideo Comm) y su falta de originalidad a la hora de recurrir a lugares y cosas comunes.

Cuando le mandé la columna a la editora le puse en broma: “Espero que no tengas el aviso de Schneck en el portal”. Al otro día me levanto y veo en el home el banner gigante de esta marca. Le pregunté qué iba a hacer. Ella respondió que en el portal hay libertad de expresión. Lo subió y no tuve ningún problema.
Martín Otegui

Tanco reconoce que en el humor siempre se tocan las puertas del mal gusto dado que el público se ríe de la desgracia ajena. Él se maneja bajo la ecuación costo-beneficio. Si la misma no cierra, se autocensura. Sabe que “le saltarán a la yugular” si hace un chiste con la Teletón. Por esta razón, prefiere “hacérselos a su novia sentados en el sofá”. En sus columnas hay mucho de provocación: a las instituciones (Haciendo boca, 3 de noviembre de 2011), a los sindicatos (Haciendo boca, 9 de setiembre de 2010), políticos (Haciendo boca, 1 de setiembre de 2011) y a su mujer (Haciendo boca, 8 de setiembre de 2011). El escritor admite que a veces provoca por el simple hecho de hacerlo. Sostiene que hay que reírse del chiste más allá de lo que uno piense. Le parece ridículo discrepar con una broma por tener una idea diferente.

En Búsqueda me dan absoluta libertad. Se han comido todo tipo de cartas al director. Un día dije que la Iglesia debería hacer una campaña de socios regalando televisores led a cada fiel. Paolillo (editor de Búsqueda) me llama a la semana de publicada y me dice: "Bo, ¿querés que te lea dos de las doce cartas al director que llegaron por esa columna? Me las leyó. Se cagó de risa. Yo también.
Carlos Tanco
















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